La casa, típica de la zona, está cuidada y restaurada respetando el estilo de construcción de las casas tradicionales de la zona. Efectivamente es un mirador, pues la vista es inmejorable. Las habitaciones amplias y muy limpias con vistas maravillosas. El desayuno muy completo y servido con mucho cariño y simpatía por Carmiña y su hijo Juan, que son encantadores. Merece la pena charlar un rato con ellos. El acceso es sencillo con navegador. Aunque al llegar de noche pueden entrar dudas de si te has equivocado. Un lugar en el que verdaderamente te sientes relajado en la naturaleza y en un entorno maravilloso. Volveré sin duda.